Es la Madre por
excelencia que nos acoge, nos reúne y nos sostiene unidos bajo su manto y
protección. Es la Madre que nos enseña, no solo el camino sino como tenemos que
caminar para ir al encuentro con su Hijo. Es la Madre que nos enseña a abrirnos
a la acción del Espíritu Santo.
Te pedimos, Señor,
ese don de la acogida como tuvo José. Es cierto que nos cuesta pero danos la virtud
de fiarnos de tu Palabra y obedecerte tal y como hizo José, padre de la
acogida. Despierta en nosotros esa capacidad de acogida a todo el que lo
necesita. Amén.
No podremos llegar a Jesús sin la humildad. María, su Madre, destaca esa gran humildad que miró Dios en ella en su respuesta del Magníficat: “Porque ha mirado la humillación de su esclava”. ¿Estamos también nosotros a responder y actuar como ella? Humildad y obediencia son dos atributos de los que tenemos que estar revestido para no ser expulsados del banquete.
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