Evidentemente,
Jesús nace en nuestro corazón cuando en él se despierta, en deseo e inquietud,
dejarle el lugar principal para que sea Él quien mande y lo dirija. Porque,
mientras tanto no sea así seré yo quien mande y Él, aunque esté, será
desplazado.
Estaría perdido y
sin rumbo si Tú Señor no fueses la prioridad de mi vida. Me pregunto, ¿a dónde
iría y qué sería de mí? ¿Dónde pondría mis esperanzas en este mundo caduco y
sin horizonte? Tú, Señor, eres mi primera búsqueda y mi esperanza. Amén.
Puedo confesarle como mi Señor; puedo incluso anunciarle y proclamarle como mi Dios, pero mientras dentro de mí corazón su lugar sea secundario no habrá nacido en mí. Mis palabras y anuncio serán baldíos y mi vida no dará el fruto de la Gracia de Dios.
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