La cuestión es la
fe. Sabemos que el Señor busca nuestro bien y que Él es nuestra esperanza y
salvación. Obedecerle conviene pero ¿tenemos fe en Él? ¿Somos dóciles a su Palabra
y mandato? Vemos que María y José si lo fueron, ahora nos toca a nosotros.
La pregunta que
emerge desde mi corazón es: ¿Estoy yo dispuesto a dejar mis planes para aceptar
el plan del Señor? ¿Quiero yo poner el camino de mi vida en manos del Señor y
seguir el camino que el me señale? ¿O, por el contrario busco el mío?
La fe es un don de
Dios, no está a nuestro alcance. Ahora, eso sí, tenemos que pedirla y poner
todos los medios a nuestro alcance. Confiar, fiarnos como lo hacemos con
nuestros padres o un buen amigo. Ellos nos pueden fallar pero Dios nunca falla.
Pedirla con perseverancia e insistencia.
¿Qué cantidad de amor, amor del gratuito, puedes dar? ¿Lo has pensado alguna vez? ¿Qué piensas al respecto? ¿Cres que vale la pena darlo? ¿Lo has experimentado? La única manera de saberlo es probar. Es evidente que el mundo solo será mejor así.
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