Igualarme con el
más pequeño o con el que creo inferior me exige ser humilde, condición
necesaria para poder amar y, sobre todo, acoger al más débil y pequeño. Por tanto,
abrirme al mandato del Señor me exigirá situarme en los últimos lugares y
servir.
Enséñame, Jesús, a
caminar como Tú caminas y a vivir en esa actitud misericordiosa de amar incluso
a los enemigos. Enséñame, Jesús, a ser paciente, como lo fue tu Madre, y a
vivir en actitud de docilidad permanente a tus mandatos. Amén.
No es cuestión de ver o no ver. La verdad es clara y se ve, pero no la de considerarme igual a ese otro inferior a mí. Me exige mucha humildad abajarme e igualarme con el marginado, excluido y pobre. Eso me impide ver y aceptar la verdad.
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