Sucede con
frecuencia que hablamos bien o mal de Jesús sin preguntarnos si realmente le
conocemos. De la misma manera lo hacemos de la Iglesia y de todo lo que se nos ponga
delante. ¿Sabemos realmente lo que decimos o simplemente son mecanismos de
defensa?
Gracias a Ti, mi
Señor, continúo mi camino y supero todas las adversidades que esta vida me
presenta. Te doy gracias por todo lo recibido en este año y por continuar firme
en tu camino a pesar de mis caídas y pecados. Gracias, Dios mío, por tu
protección.
Ese es un dictador, un farsante, un inquisidor y…etc. Sin embargo si nos preguntaran quién es ese del que difamamos o decimos tales acusaciones no sabríamos decir dos palabras de él. Igual nos ocurre con la Iglesia y, sobre todo con Jesús. ¿Por qué primero no escuchamos, reflexionamos y discernimos para luego pronunciarnos con fundamento?
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