No es cuestión de
unas prácticas y ritos que marcan el tiempo cuaresmal, se trata de una relación
permanente con Aquel que me sostiene y fortalece en ese camino del desierto de
mi vida a través de la oración. Una oración que me relaciona con Él y con los
demás.
Señor, quiero un
corazón de barro que sea moldeable para ponerlo en tus manos y que Tú, mi
Señor, le des la forma y la vida de acuerdo con tu Voluntad. Porque, Señor,
solo en tus manos y en tu Voluntad, mi vida tiene sentido y plenitud eterna.
Amén.
El Padrenuestro me
pone en relación con mi Padre y las prioridades que tiene que estar en el
camino de mi vida. Me descubre las necesidades de misericordia que debo tener
con los demás igual que mi Padre la tiene conmigo.
Y la generosidad y amor que debo tener con mis hermanos por amor. Y todo esto exige una oración viva y consciente en íntima relación con Jesús y abiertos a la acción del Espíritu Santo.
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