Se trata de amar
no de simplemente cumplir. Porque cumplir no significa amar sino hacer tus
deberes para tener tus derechos. Amar va mucho más allá. Significa olvidarte de
ti para dar al otro lo que necesita y le salva. Incluso hasta el extremo de dar
tu vida.
Que me dé cuenta
de que Tú, Señor, eres el principal, no yo. Por tanto, despojarme de mis
ambiciones y mis egoísmos es el reto de mi vida para ponerme en tus manos y
amar a los demás como Tú me amas.
Cumplir es necesario y la Ley regula ese cumplimiento. Pero, el amor va mucho más lejos. El hombre, herido por el pecado, está sometido al error, a la debilidad y al incumplimiento. Necesita el amor para, por la misericordia, ser perdonado, levantarse y volver al camino de cada día. Por lo tanto, sin amor y misericordia no llegamos a ningún sitio.
El apostolado, tal y como nos dice el Papa Francisco, va implícito desde el momento de nuestro bautizo. Llevamos la impronta del sello que nos infunde el Espíritu Santo y que nos hace hijos de Dios. Y por la fe en Él nuestra vida con nuestro vivir y obrar manifiesta su Amor Misericordioso y anuncia su promesa de Vida Eterna.
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