¡Ese es nuestro
deseo y nuestro objetivo final, resucitar como el Señor! Y porque así nos lo ha
dicho, y nos lo ha demostrado con su amigo íntimo Lázaro, también nosotros
resucitaremos. Creo en Ti, Señor, y en tu poder para darme la vida eterna.
Amén.
Mi esperanza y mi
fortaleza se sostienen, Señor, por tu Infinita Misericordia. Nunca la entenderé
hasta que te contemple directamente porque sé que no la merezco. Si vivo y
tengo esperanza es por tu inmensa misericordia que me sostiene y me salva.
Amén.
Es una necedad y error muy grave mirar para otro lado. Nuestro deseo más grande y que vive en lo más profundo de nuestro corazón es permanecer vivo eternamente. Pues bien, la muerte es la puerta para, por la fe en Jesús, nuestro Señor, resucitar a la Vida Eterna. Esa es nuestra fe y nuestra esperanza y por lo que la vivir en este mundo, a pesar de como está, vale la pena.
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