Y no nos damos
cuenta, erre que erre, seguimos atesorando tesoros terrenales que tienen fecha
de caducidad. Perdemos nuestra vida, que es corta, buscando la felicidad con tesoros
caducos. Porque el alimento que nos la da es Eterno, el Señor. Y está en la
Eucaristía.
¿Dónde voy, Señor,
si Tú no estás conmigo y me señalas e indicas el camino a seguir? Quédate y
acompáñame para que pueda soportar y superar todos los obstáculos que la vida
pone en mi camino. Contigo, Señor, mi corazón arderá de fuego, de amor y
misericordia. Amén.
Buscamos la felicidad, vivir confortablemente y evitar toda clase de problemas que nos hagan sufrir. Es evidente que ese no fue el camino que vivió nuestro Señor Jesús. Es verdad que nuestros impulsos son de búsqueda de felicidad, pero el amor nos empuja también a darnos y aceptar momentos de dolor y sufrimiento.
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