Sabemos por
experiencia que los cuidados de una madre son especiales, cargados de cariño,
de ternura, de comprensión…etc. María, aparte de ser la Madre de Jesús, el Hijo
de Dios, es también nuestra Madre. Y una Madre como María es una Gracia de
Dios.
¡Ven Espíritu
Santo, enciende en nosotros la llama de tu Amor, envía, Señor, tu Espíritu y
nuestros corazones serán creados de nuevo! ¡Oh, Dios que iluminas los corazones
de tus hijos con la Luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a tu Espíritu para
gustar siempre el bien y gozar de tu consuelo! Amén.
María, nuestra Madre, nos enseña el camino y como caminar. Ella no destaca por cosas extraordinarias. Al contrario, sencilla y humilde, con actitud siempre obediente y confiada en su Padre Dios acepto su camino junto a su Hijo hasta completarlo al pie de la Cruz. Un camino que también nos señala, con su vida, a todos nosotros. Un camino de dolor pero lleno de esperanzas y alegrías que terminarán en la Resurrección.
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