Es evidente que
cuando te sientes salvado tu alegría es inmensa. Y esa es la experiencia que en
la diaria relación con el Señor vamos experimentando. Por tanto, en la medida
que vivamos unidos al Señor nuestra vida se irá llenado de paz, gozo y alegría.
Señor, reconstruye
mi vida. Soy débil y frágil, moldeable como el barro y fácil de destruir.
Fortaléceme y haz que mi propósito sea siempre hacer tu Voluntad. Amén.
Cuando ves a alguien alegre intuyes que la vida le sonríe y que todo le va bien. Es lógico que así sea. Nadie sonríe cuando tiene problemas. Al contrario pierde las esperanzas y desesperas y entristece. Por tanto, ser consciente de estar en y con el Señor es motivo de alegría, de paz y de esperanza. Y eso se contagia y se transmite a los demás.
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