El camino, que lo
marca Jesús, está claro: permanecer unido a Él como el sarmiento está a la vid
para poder dar verdaderos frutos de amor. Él es la clave y a Él nos unimos en
la Eucaristía y la Reconciliación fortalecidos en y con la oración.
Señor, haz que mi
corazón sea semejante al Tuyo. Transfórmalo de manera que lata y viva en tu
Voluntad y sea manso, paciente y misericordioso como lo es el Tuyo. Dame la
fortaleza y la sabiduría de dejarme transformar por tu Amor Misericordioso.
Amén.
No es cuestión de
no tener aptitudes o condiciones. Tampoco se trata de saber mucho ni estar
preparado. Se trata de estar unido a la verdadera Vida que nos da la capacidad,
la fortaleza y la sabiduría para dar verdaderos frutos de amor. Todo está en Él
y en Él es donde podemos encontrar las fuerzas y la fortaleza de dar buenos y
hermosos frutos de amor. Porque, en definitiva, es Él quien lo hace todo.
Es muy satisfactorio y gozoso creer en el Señor. La vida cobra entonces todo su sentido y se vuelve gozosa y alegre. Incluso en la adversidad cuanto todo aparentemente se te viene abajo saber que el Señor está presente y te acompaña te conforta y te levanta. Y es que sientas y experimentas que en Él la vida se hace eterna y abundante.
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