Es la batalla de
cada día. Amar a Dios nos envía a amar al prójimo. No podemos dirigirnos y
hablar con Dios, menos decirle que le queremos, si no estamos abiertos a servir
a los más necesitados por y en nombre del Señor. Nuestra relación con el Señor
sería vana.
Quiero seguirte,
Señor, y vivir según tu Voluntad y Pensamiento. Dame la paz, fortaleza y
sabiduría para no rendirme a las seducciones y comodidades de este mundo y tenerte
siempre como la prioridad y centro de mi corazón. Amén.
Perdemos el tiempo si llegamos a pensar que podemos tener una buena relación con Dios sin mirar por las necesidades de los que sufren y necesitan asistencia, ayuda o alivio. Porque, lo que hizo Jesús fue eso, amar a los pobres y necesitados. ¿Con qué cara nos presentamos ante Él para decirle que le queremos si no miramos a los que tenemos a nuestro lado y le asistimos?
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