Muy sencillo de
entenderlo. ¡Admirable como lo presenta nuestro Señor Jesús! ¿No es esto signo
de un milagro? ¡Está sellado a fuego como impronta en nuestro corazón! Todos lo
entendemos y queremos comportarnos así. ¿Qué, entonces, nos sucede? ¿Será el
pecado?
A pesar de mis
dudas, de mis debilidades, de mis tropiezos, de mis fallos y errores permanezco
en Ti, mi Señor, porque tu Infinito Amor misericordioso me sostiene. Amén.
A nadie le gustaría ser mal tratado. Y todos comprendemos y además, entendemos que así debe ser, que debemos tratar a los demás tal y como nos gustaría que nos tratasen a nosotros. La dificultad, nos lo dice la experiencia, es nuestro egoísmo, soberbia, orgullo, envidia y debilidades que nos arrastran a pecar. Es decir, queremos más que los otros y estar por encima de ellos. El pecado nos somete y esclaviza. ¿No te gustaría liberarte?
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