Es posible que nos
cueste entender que somos bienaventurados al seguir a Jesús. Posiblemente el
sufrimiento, las penurias, persecuciones y.… no nos lo dejarán ver, pero esa es
la realidad. Somos bienaventurados - felices - y esa es la meta que nunca
podemos olvidar.
Esa es, mi Señor,
mi máxima aspiración, tener un corazón lo más parecido al Tuyo y vivir como Tú
me has enseñado: Amar hasta dar mi vida y partirme como Tú, mi Señor, lo has
hecho quedándote en el Sagrario como alimento espiritual.
Tener presente que nuestro final será la alegría inmensa de encontrar el gozo y la plena felicidad para siempre es la idea que debe permanecer siempre y en todo momento dentro de nuestra mente y corazón. Y debe permanecer arraigada a nuestro corazón porque ello nos dará fortaleza y firmeza para mantenernos siempre firmes en la fe y obediencia a nuestro Señor Jesús.
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