Solo cuando tus
obras son realizadas y abiertas, a y desde la acción del Espíritu Santo, se
convertirán en luz y sal para los que te ven y caminan a tu lado. Porque solo
en el Espíritu Santo podemos convertir nuestra oscuridad y desalada vida en
verdadera luz y sal.
Sé, Señor, que a
cada instante de mi vida me hablas, el problema es que no sé si te escucho. Me
has creado para ser feliz eternamente y sé que me quieres. Me hablas e indicas
el camino para llegar a Ti. Dame la paz, sabiduría y fortaleza para escucharte
y obedecerte. Amén.
Luz y sal que realmente sirva para alumbrar y salar el mundo. Y esa Luz y Sal no se encuentra en la luz ni en las salinas del mundo sino en su Creador, nuestro Padre Dios. Por tanto, solo desde Él podemos convertir nuestra humilde y pequeña luz y sal en verdaderas luces y sales que den esa claridad y sabor a nuestros actos como buenos testimonios para el mundo.
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