La vejez es una
bendición. Es posible que nos veamos viejos y cada vez más dependiente, pero
también más cerca de Dios. La vejez nos ayuda a ser humildes y a darnos cuenta
de que de todo lo vivido lo único de valor ha sido lo que hemos puesto en manos
de Dios.
Solo cuando estoy
en tu presencia, Señor, mi vida empieza a tener sentido. Cada día es una
oportunidad para buscarte y permanecer en tu presencia porque solo así mi
camino encuentra sentido.
Vemos con gran regocijo que tenemos un tiempo precioso para darnos cuenta de que lo verdaderamente importante es nuestra alma. Y es esa la que hay que cuidar y ponerla en manos del Espíritu Santo para protegerla del asedio y tentaciones del demonio. Y lo hacemos siempre que estemos unidos al Señor. Apreciamos y nos damos cuenta de que Él es el único Camino, Verdad y Vida.
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