Algo debe
sucedernos cuando pasamos por alto ese gran momento glorioso que significa y es
nuestra propia muerte. Porque - ¡ese momento! - es la hora de nuestro verdadero
destino: Vida en abundancia y plenitud eterna, o vida de sufrimiento y angustia
eterna.
Descubrir la
necesidad de un Padre como Tú, es el tesoro más grande que podremos tener. Un
Padre bueno y misericordioso que nos da lo que realmente queremos y buscamos:
La felicidad eterna. Y, sobre todo, que sabe cómo conviene dárnosla.
Es evidente que no podemos vivir con esa angustia y, quizás, perdemos esa referencia para poder continuar el camino. Pero, también es verdad que sabemos lo que nos jugamos y que nos gustaría ser felices eternamente. Creer o no creer es la cuestión. Para eso ha venido Jesús, ha entregado su Vida y proclamado su Palabra, la Buena Noticia. Ahora, de nosotros depende.
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