Es evidente que en
los momentos de peligro, de enfermedad o de impotencia nos sentimos necesitados
de levantar nuestra mirada y pedir ayuda al Señor. Hay y habrá muchos momentos
en nuestra vida que zozobramos como si de una barca se tratara. ¡Ayúdanos,
Señor!
Yo, Señor, Tú lo
sabes, tengo las mismas dudas de Tomás. Dudas que, aunque te sigo y me alimento
cada día de tu Cuerpo, me asaltan a cada instante, me debilitan y,
posiblemente, no doy la talla al seguirte. ¡Aumenta mi fe, Señor!
Hay situaciones en las que nuestro Señor parece dormido. Pero ¿realmente lo está? Quizás el Señor, que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene, deja que experimentemos el peligro y la cercanía de la muerte para que despierte nuestra fe y miremos hacia Él. Una experiencia de ese tipo nos puede hacer pensar y, como Tomás, decir: “Señor mío y Dios mío”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.