Solo cuando eres
capaz de mirarte y, no solo ver, sino comprender de dónde vienes y quién eres,
serás capaz de perdonar a quien te ha ofendido como han sido perdonadas tus ofensas
a tu Padre Dios. Es evidente que primero tendrás que dar ese paso.
Es un camino de
sobresaltos y enfrentamientos difíciles de superar. Sin Ti, sé, Señor, que me
será imposible. Me reconozco débil y fácil de ser seducido por el mundo, la
carne y el tentador. ¡Fortaléceme, Señor, dame paciencia para confiar con
esperanza en Ti. Amén.
Cuando eres capaz, por la acción del Espíritu Santo, comprender la Misericordia que Dios tiene contigo en cada instante de tu vida, tu forma de actuar en relación con los demás da un giro de trescientas sesenta grados. Comprendes que no podrás presentarte delante de tu Padre sin antes haber, al menos intentado, perdonar a tus deudores.
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