Es evidente que
las rupturas matrimoniales y familiares viene provocadas por las imposiciones
de ambos en las disputas porque prevalezcan sus egoísmos, satisfacciones e
intereses. El más fuerte quiere imponerse al más débil, le hace chantaje o le
extorsiona.
El perdón es la
llave que abre la puerta del gozo eterno. Cuando perdonas estás haciendo lo
mismo que hace tu Padre Dios contigo. Y, recuerda, serás perdonado de todos tus
pecados en la medida que tú perdones los pecados que otros han cometidos hacia
ti.
Cuando no está
presente el verdadero amor que exige e implica servicio, comprensión y
paciencia, la unidad queda a merced de tus egoísmos. Exiges y buscas
satisfacciones, comodidades, placeres, disfrutes y todo tipo de ego que,
piensas, te hace feliz. Buscas cualquier error, falta o mentira para justificar
tus exigencias y motivos para romper esa unidad. Sin embargo, tú sabes que eso
no es ni justo ni verdad pero permites engañarte a ti mismo.
No se trata de ser
iguales, pero sí tener los mismos derechos como personas y en dignidad. No se
trata de estar de acuerdo en todo, pero sí tenerse respeto, caminar juntos y
tener claro la meta a donde hay que ir.
Es evidente que en
los libros y reflexiones se aprende muchas cosas, pero no perdamos de vista que
tanto a través de los libros y personajes importantes como de intelectuales
santos todo nos viene del Espíritu Santo.
La fuente principal de la que realmente podemos aprender - Mateo 11, 25-30 - de una u otra forma es por la acción del Espíritu Santo. Para eso ha venido a nosotros en la hora de nuestro bautismo.
Por tanto, invoquémosle y pidamos su intercesión para que nos ilumine y nos alumbre en nuestras tareas, formación y misión a la que nos llama. Amén.
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