Danos, Señor, la
fortaleza de saber enfrentarnos a los acontecimientos de esta vida con humildad
y mansedumbre, y cargar con nuestras cruces con la entereza de saber que nos
espera ese momento de Tabor donde gozaremos de tu Gloria eternamente.
Señor, haz de mi
corazón, endurecido y egoísta, un corazón abierto al bien, la verdad, bondad y
belleza. Un corazón que sepa amar con humildad, mansedumbre y misericordia como
el de tu Madre, María. Amén.
El recorrido de mi vida quiera o no, está lleno de cruces más que alegrías. Cruces que señalan el camino de mi calvario. Pero, también de momentos de Tabor donde la presencia del Señor da sentido, fortaleza, esperanza y gloria a mi camino y me impulsa, a pesar de mi cruz, a seguir adelante con gozo y alegría sabiendo la recompensa que me espera.
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