Nuestras malas
acciones las llevaremos siempre presente hasta que asumamos el reto de
enfrentarnos a ellas, arrepentirnos y pedir misericordia. Nuestro Padre Dios
siempre nos abrirá sus brazos como hizo con el hijo pródigo.
Señor, yo, aunque
es lo que más quiero, sé que no te amo como me gustaría. Mi egoísmo, el pecado
y las seducciones de este mundo me lo impiden. Aprovecho está oración para
pedirte que abras mi corazón a tu Infinito Amor Misericordioso y sienta lo
grande que es amarte.
Y, sobre todo,
recibirte como verdadero alimento espiritual y tocarte con mis pobres manos
hasta llevarte a la boca para que seas ese alimento que me fortalezca, me
sostenga y me ayudes a sostenerme firme en tu Voluntad. Dame, Señor, la Gracia
de entender la Eucaristía.
No es cuestión de remordimientos ni de atormentarte. Somos débiles, pecadores y metemos la pata. Y nuestro Padre Dios nos quiere y nos perdona misericordiosamente. Jesús, el Hijo predilecto, nos lo ha anunciado con su Palabra y con su Vida. Por tanto, demos el paso: Pidamos perdón y hagamos propósito de enmienda. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.