La historia se
repite y hoy sucede lo mismo, aunque con diferentes matices y escenas, que en
los tiempos de Jesús. La sustancia del pecado es la misma. No solo proclamar el
Evangelio para salvar al hombre sino para liberarlo de la esclavitud de
aquellos que quieren esclavizarlo.
En un mundo cada
vez más ruidoso necesitamos hacer silencio, no solo exterior sino interiormente
para en paz y en lo más profundo de nuestros corazones escuchar la voz de Dios
Padre que nos habla. Danos, Señor, sabiduría para saber escucharte.
Permanecer al
margen con mis prácticas, mis oraciones y enclaustrado en mi iglesia, mirando
para otro lado mientras otros, quizás ignorantes y dominados por los que mandan
y están en el poder, sufren las imposiciones y fardos que les cargan los que
hacen las leyes, no para ellos, sino para los demás, es tomar un camino
equivocado que no nos lleva al encuentro con Jesús, el Señor.
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