La cuestión está
en que hacemos la ley pensando en el beneficio particular y no general. Y eso
subordina al hombre, criatura predilecta de Dios y para lo que todo ha sido creado.
Por tanto, primero buscar el bien del hombre y después poner la ley a su
servicio.
Esa es mi primera
intención y deseo, Señor. Sé que Tú lo sabes y que estás presente en mi vida y
que me ayudas a conseguirlo, pero sé que soy débil, frágil y fácilmente me
seducen las cosas de este mundo. Fortalece mi voluntad, Señor.
No es cuestión
simplemente de legislar y buscar el bien de unos pocos para someter a los demás
a su servicio. Amar a Dios, primera acción y actitud del sábado, implica
también amar al prójimo. Eso exige que el sábado amamos a Dios respetando y
buscando el bien del prójimo. Luego, la ley no debe prohibir sino dar libertad
para amar. En el amor está contenido toda la ley, el respeto, la verdad y la
justicia.
Para el que tiene conciencia recta y solidaria, la verdad le explota en su corazón y emerge. Sin lugar a duda la victoria será siempre de la verdad.
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