Cuando uno es
capaz de pronunciar esas palabras - las del centurión - desde lo más profundo
del corazón y convencido de que así será, su fe es cierta y firme. Sabe y cree
que Jesús es el Hijo de Dios y tiene poder para devolver la vida. ¿Es mi fe
así?
Sé, Señor, que
necesito tu ayuda porque mi corazón se experimenta pobre endurecido e
incapaz de perdonar. Sin ti, Señor, me será imposible perdonar a los que me
ofenden o no me caen bien. Dame la fuerza y la misericordia que necesito para
perdonar a mis amigos y enemigos.
Confía plenamente en el poder del Señor. Y Jesús responde para premiar esa confianza y esa fe. Sabe que es necesario devolver la vida a ese siervo y responder a esa fe firme del centurión que es generoso con sus siervos y solidario con el pueblo judío. Sabe que son momentos de pruebas, de anuncio y de dejar sentado que Jesús ha venido para salvarnos del pecado y no tanto de nuestras parálisis que son y constituyen nuestras cruces.
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