Una cosa que nos
debe de tranquilizar bastante es que todo depende de Dios. Es cierto que
tendremos que poner a rendir los talentos recibidos, pero en el último momento
todo es mérito de Dios. Por tanto, nunca arrogarnos el éxito de lo cosechado o
conseguido.
Enséñame, Señor, a ver cada día como una nueva oportunidad de ser mejor,
de servir mejor, de vencer en mis luchas por amar como Tú y por despojarme de
mis egoísmos para darme al bien de los demás. Amén.
Es evidente que mis éxitos no son míos sino de Dios. Eso sí, mis fracasos están muy relacionados con mis flaquezas, mis caprichos, mis errores y pecados. Porque, en manos de Dios todo es bueno, aunque nos parezca a nosotros que a veces no estamos de acuerdo o no le comprendemos. Es lo que decimos: «Dios escribe derecho con renglones torcidos»
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.