Si tu luz se queda
en ti, quedas en la oscuridad. Tu propia vida la apaga y no la deja alumbrar al
que está a tu lado. Es evidente que en ti, quieras o no, hay una luz que sale impulsada
por tu propia vida. Dependerá de ti que sea verdadera luz o se vuelva
oscuridad.
Sostén, Señor, mi
corazón limpio de toda mala intención, de todo egoísmo y soberbia y llénalo de
buenas intenciones, de pureza y limpieza sana, misericordiosa y fraterna. Un corazón
bien intencionado y justo que viva en amor y misericordia. Amén.
Dentro de ti, en
lo más profundo de tu corazón hay luz. Luz de vida eterna que buscas y deseas
fuertemente. Quizás, ese es el pecado, no la veas, pero está y la deseas.
Buscarla implica dejarte iluminar por otros que, aunque humildes y pobres,
puede alumbrarte, por la acción del Espíritu Santo, para que abras tu corazón a
la única y verdadera Luz que te llena plenamente y satisface tus ansías de
felicidad y vida eterna.
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