No es cuestión de
vínculos de sangre ni de parentesco ni de amistad, es cuestión de estar atento
a la escucha de su Palabra y del compromiso de vivirla cada día como reto nuevo
y renovado que nos hace hermanos y nos une en el Señor. Amar y amarnos como Él
nos ama.
Cada día, Señor,
es un nuevo curso que empieza en mi vida. Dame la paciencia, la fortaleza y
sabiduría para comenzarlo anclado fuertemente en Ti y desde Ti. En la escucha
atenta de tu Palabra y en el esfuerzo, asistido por tu Espíritu, de su
cumplimiento.
Hay dos formas de considerarse hermanos, los unidos por vínculos de sangre y los unidos en la fe y compromiso del bautismo. Si los primero es un vínculo meramente humano, lo segundo es el verdadero vínculo de amor fraterno que nos hace hermanos de nuestro Señor Jesús y coherederos, en Él, - Romanos 8, 17 - de su gloria.
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