Es posible que
nuestras intenciones, influidos por el pecado, sean la de quedarnos con los
buenos frutos egoístamente y rechazar al Hijo que el Señor de la viña envío a
por sus frutos. Al final, ya hemos sido advertido, perderemos todo, porque nada
nos pertenece.
Si te ha creado no
te va a dejar abandonado. Dios está presente en tu vida y, no está de brazos
cruzados, actúa e interviene señalándote el camino, la verdad y la vida. Ahora,
despierta, está atento y escucha su Palabra para que después la lleves a tu
vida.
Simplemente, es cuestión de recapacitar y darnos cuenta de que al final nada es nuestro. Todo se quedará aquí en este mundo y solo nos llevaremos nuestras buenas e intencionadas obras realizadas desde la misericordia y el amor. Por tanto, conviene trabajar en nuestra propia viña, que el Señor nos ha regalado, y cosechar todos los buenos frutos que podamos para, cuando venga, presentárselos agradeciéndole su Misericordia Infinita.
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