No se trata de decir, incluso de orar, sino de vivir y cumplir lo que se dice y ora. La mejor oración es el cumplimiento de corazón, querido, libre y voluntario, de amar como Dios me ama. Claro, necesitamos la oración y la Gracia del Espíritu Santo para vivir así.
En ti, Espíritu
Santo, que has venido a mi corazón en el día de mi bautizo, pongo todas mis
esperanzas. Abro plenamente mi corazón a tu Acción y me abandono en tus manos.
Enciende mi corazón del fuego de tu Amor para que pueda amar como Tú. Amén.
Debemos saber que
la oración, la Eucaristía y toda nuestra relación con el Señor es verdadera si
nuestra vida va en coherencia con esa relación Eucarística, de adoración, de
culto y oración. Porque, si todo queda simplemente en eso, estamos falseando o
engañándonos a nosotros mismos. Todo tiene sentido y es verdadero en la medida
de que lo que dices tiene reflejo y se hace en tu vida de cada día.
Y para eso necesitamos la oración, la Eucaristía y la apertura a la acción del Espíritu Santo. Fortalecidos en Él todo puede ser posible en nuestra vida hasta el punto de amar como nuestro Señor Jesús nos ama. Amén.
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