No podrás seguir
al Señor si antes no te despojas de tus razonamientos y convicciones humanas. Porque,
cuando piensas en ti, y como hombre, te equivocas. Solo confiando y creyendo en
tu Padre Bueno y Misericordioso podrás acabar bien tu camino.
Vienen a mi mente
viejos recuerdos de mi infancia. Tenía un cuadro que reflejaba esta situación
en mi cabecera de cama. ¡Cuántas emociones y buenas intenciones despertó en mi
corazón! ¡Bendito compañero y guarda de mi camino, Ángel de Dios!
Es evidente que tu
razón tiene mucha fuerza y, desde el punto de vista humano, hasta razón. Pero,
los caminos del Señor no son nuestros caminos. Es evidente que los de Él son
los buenos y los que precisamente nos conviene para el bien de nuestra vida.
Jesús asume su misión y sube con firmeza a Jerusalén donde, por amor, entregará
su Vida para liberar y salvar la nuestra. Esa es la confianza y la fe que
nosotros debemos tener y en la que confiar. Como Jesús hacer la Voluntad del
Padre.
No debo
atormentarme ni desesperar. Simplemente esperar. Nunca es tarde para Dios. El
buen ladrón supo aprovechar su momento, y todos los tendremos también. Se trata
de saber esperar y aprovecharlo. Eso sí, siempre con los oídos abiertos, atento
y a la escucha de la llamada o encargo del Señor.
Llegará. ¡Y quizás
haya ya llegado, o nos esté llegando! No busque cosas espectaculares ni
grandiosas. Dios se esconde, dijimos el otro día, en las cosas pequeñas y
humildes. Busca en tu casa, familia, trabajo, esos amigos indiferentes,
antipáticos, refunfuñones… Tus ambientes, tu forma de escuchar, de responder,
de servir, de compromiso…etc.
A lo mejor lo que sucede es que estamos dormidos, indiferentes o tenemos nuestros corazones en otros lugares...
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