Quizás pase
desapercibido y no nos demos cuenta de que cada instante de nuestra vida está
sometido a una lucha entre el bien contra el mal. El demonio no cesa en tentarnos
y seducirnos para que hagamos el mal y omitamos el bien.
Yo, Señor, quiero
buscarte y encontrarme contigo. Es mi deseo desde hace mucho tiempo, desde casi
los primeros años de mi juventud. Pero, creo Señor, que todavía no he logrado
encontrarte. y me pierdo en tu búsqueda. ¡Ayúdame, Señor, a encontrarte!
Recibimos ese don de hacer el bien cuando estamos abiertos a la Palabra del Señor. Igual, asediado por el demonio, no nos damos cuenta del bien que hacemos cuando, abiertos a la acción del Espíritu Santo, obramos con amor misericordioso y derramamos nuestras buenas obras e intenciones en servicio y entrega al bien de los demás. Y es que en la medida que nos despojamos de todo lo que nos turba y nos esclaviza, nuestro capacidad de amar y hacer el bien aumenta.
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