viernes, 20 de octubre de 2023

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Todo está bajo la mirada y el amor misericordioso de nuestro Padre Dios. Por ese misterio de amor misericordioso estamos salvados. Nunca lo comprenderemos pero esa es la realidad en la que debemos creer y a la que tenemos que abrirnos. Dios, Padre Bueno, nos salva.

Quisiera ser tan bien intencionado y justo para que todos los que se acerquen a mí sienta tu presencia, Señor, y lleguen a un encuentro serio y profundo contigo. Dame, Señor, la paz, sabiduría y fortaleza para ser puente entre mis hermanos y Tú.

Es evidente que cuando vamos por la vida de forma transparente, clara y sin nada que ocultar, nuestro semblante refleja gozo y paz. Nada hay más gozoso que vivir en la verdad sin nada que ocultar. Esa transparencia nos revela la presencia interior de una paz que nos invade y nos contagia de amor misericordioso. Un amor que abandonado en manos del Padre Bueno y Misericordioso nos llena de confianza y seguridad.

Es relativamente fácil creer en un Dios. Un Dios que me quiere y que, al parecer, está para solucionarme todos mis errores, irresponsabilidades, caprichos y hasta pecados. Un Dios que acomodo a mis intereses, ideales y objetivos. Un Dios así no resulta difícil imaginarlo ni creer en Él.

Es evidente que Dios, un verdadero Dios, haya pensado en decirnos como quiere que sean sus hijos y de qué manera le gustaría que actuásemos mientras caminamos por este mundo. Nos ha creado libres. Por eso ha enviado a su Hijo para decirnos que Camino, que Verdad y que Vida hemos de vivir.

Ese Dios, realmente único y verdadero, resulta más difícil creer y seguir. Exige fe y confianza en su Palabra y es motivo de rechazo por aquellos que prefieren un Dios a su medida. Sin embargo, es el Dios donde se esconde la verdadera felicidad y el gozo de una paz eterna.

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