Todo se vendrá
abajo. De alguna manera podemos experimentar que eso es así. Aquí en este mundo
no quedará nada. Todo es caduco y tiene su fin. Ahora, ¿cuándo llegará? El
Señor nos dice que no desesperemos ni vayamos detrás de los que auguran un
mundo mejor.
Ven Espíritu
Santo, llena mi vida de paz, serenidad y esperanza! ¡Fortalece mi corazón
atribulado y tentado por las seducciones de este mundo y haz que refugiado en
Ti resista los embates del pecado! Amén.
Todo llegará a su
tiempo y vendrán señales que nos indicarán que la cosa, aunque no es la hora si
estará más cerca. De cualquier forma, estar y permanecer en el Señor nos
fortalecerá y librará del pánico. No seremos sorprendido porque permanecemos en
Él, y aunque llegarán señales que nos puedan poner en alerta, la venida del
Señor será, para los que en Él creen y esperan, el gozo y la gloria eterna de
su Amor Misericordioso.
Si fuera necesario
servirse de vajillas de plata para poder vivir, muy pocos hombres estarían
vivos, pues la mayoría no han visto ni por asomo plata. Pero, si a los que la
poseen se les dice: ¿Para qué sirve? ¿Dime por qué la tienes y que utilidad te
procura? No sabrían decirnos otra cosa sino el honor que recibe del vulgo.
Luego, de nada vale esmerarse y cuidarnos de dar gusto al cuerpo cuando nuestro único valor es el alma. Salvada el alma queda también salvado el cuerpo. (CJ - Cuadernos - 234 - Ricos y pobres en el Nuevo Testamento - José I. González Faus).
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