Algo tienes que
hacer. No puedes quedarte con los brazos cruzados. Tu vida camina y se consume
y tu tiempo se va acabando. Tendrás que levantarte y ponerte en camino hacia la
Casa del Padre. Allí está el Reino que buscas, tu felicidad eterna. ¿No te
parece que ya es hora?
Tu amor, Padre
Bueno se hace ternura en la encarnación. Tomas nuestra naturaleza, libre de
pecado, y nos das todo tu amor misericordioso entregando tu Vida para rescatar
la nuestra, herida por el pecado. Gracias, Señor, por tan grande e infinita
ternura.
Es evidente que
todos podemos y sabemos orar. Simplemente, oramos cuando hablamos con nuestro
Padre Dios. Jesús nos enseñó una manera de dirigirnos a nuestro Padre para
reconocerle como Padre, santificarle y pedirle por nuestras necesidades. Pero,
también tenemos y debemos poner en juego todos nuestros talentos y estar
disponibles a arrimar nuestro hombro para buscar soluciones en nuestro
peregrinar hacia la Casa del Padre.
Sucede que aquí en
este mundo mueves todos los resortes y te esfuerzas para conseguir bienes que
son caducos y que se quedarán aquí abajo. Sin embargo, ¿no te das cuenta de que
pierdes el Tesoro más grande, tu felicidad eterna si no cuidas tu alma?
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