Quizás, sin darnos
cuenta, rechazamos muchas invitaciones que nos vendrían muy bien para crecer y
avanzar en el seguimiento a Jesús. Es posible que nos cueste mucho darnos
cuenta, pero se hace necesario estar muy espabilado, abiertos y comprometidos
para no desfallecer.
Eso quiero, Señor,
confiar en Ti y seguir mi camino de acuerdo con tus Palabras y mandatos. Pero,
sucede que a veces me pierdo, soy débil y quedo seducido por las cosas de este
mundo. Líbrame, Señor, y orienta mi vida para que no tropiece con el pecado.
No es fácil darse
cuenta. El demonio tiene muchas argucias para engañarnos y seducirnos.
Necesitamos estar muy alerta y en permanente contacto con el Espíritu Santo
para no dejarnos sorprender. Y eso pasa por no separarnos de la comunidad,
estar en contacto y frecuentar la Eucaristía y la confesión. Necesitamos la
Gracia del Señor para preservarnos de la apatía, pereza, comodidades e
indiferencia.
Ese es el reto, aceptar la invitación. Porque, no mires para otro lado, tú también estás invitado y eres libre para aceptar o rechazar. Puedes poner todas las excusas que quieras, pero debes saber que solo lo que buscas - la felicidad - la puedes encontrar allí.
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