Es bueno
considerar y preguntarte, a la hora de experimentar orgullo y satisfacción por
los éxitos logrados, ¿de donde te han venidos esas cualidades que te han permitido
sentir esa satisfacción? ¿Acaso no las has recibido gratuitamente? ¿De qué,
pues, tienes que enaltecerte?
Es posible que hoy
estés pletórico de alegría y bienestar. Pero, sabes que también mañana puede
pasar lo contrario. En ambos casos Dios está presente en tu vida y eso es lo
que debe importarnos y lo que debemos siempre celebrar, la presencia de un
Padre Bueno que nos ama y nos salva de la esclavitud del pecado.
Es verdad que tú has colaborado y has puesto todo lo de tu parte para que esos talentos fuese bien negociados y dieran sus frutos. Pero, eso no te da derecho para considerarte privilegiado ni mejor que los que han recibido menos. Si tienes más ha sido para que des más en bien de los que no tienen. Por eso, el primer y único mandato del Señor es el amor. Quién más ha recibido – Lc 12, 48 – está llamado a amar más.
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