Es tiempo de
seguir el camino de conversión. Nunca pararse, siempre adelante en la actitud y
el esfuerzo de cambiar. No te preocupes, pon lo que puedas de tu parte, lo demás
corre de mano del Espíritu Santo. Igual tú no notas nada pero, en y por la
acción del Espíritu, experimentarás que irás cambiando.
Señor, necesito
tus fuerzas, tu generoso amor misericordioso para estar disponible en cada
instante de mi vida a actuar como Tú, para que mis actos sean reflejos de los
tuyos. Renueva, Señor, mi espíritu.
No pretendas darte
cuenta. Ni siquiera cómo, cuándo o dónde. Posiblemente tú no lo notarás pero sí
los que están a tu lado. Y tú, cuando el Espíritu lo quiera, verás que has ido
avanzando, superando obstáculos que antes te impedían caminar y seguir el ritmo
del Señor. Nunca desesperes, quizás esa desesperanza es la cruz que tienes que
cargar sobre tus hombros. Siempre confía y abre tu corazón. El Espíritu Santo
actuará y hará posible que tu conversión vaya creciendo y avanzando. ¡créetelo!
Injusticia de la
riqueza
Si vieras a un capitán
de bandidos que asalta los caminos, acecha a los viandantes, arrebata las
cosechas y esconde en sus cuevas y madrigueras oro y plata… y por estas
incursiones posee vestidos y esclavos en abundancia, ¿lo tendrías por dichoso a
causa de toda esa riqueza, o por desgraciado por la que le va a caer encima?...
Pues piensa eso mismo de los ricos y avaros: son como bandidos que saltean los caminos y despojan a los caminantes, y en cuevas o madrigueras (que son sus propias cámaras) entierran la riqueza de los demás (CJ – Cuadernos – 234 – Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.