También yo, Señor,
necesito huir de todo aquello que me soborna, me seduce y me aparta de Ti. Dame
la fortaleza y, sobre todo, la sabiduría para saber tomar el verdadero camino
que me ayude a cumplir y hacer tu Voluntad. Porque, eso Señor, es lo que
verdaderamente importa.
Hay momentos en
los que experimento debilidad, cansancio y frustración. Es entonces cuando
también experimento tu Misericordia, tu infinito amor y tu acompañamiento en el
que me fortalezco y encuentro fuerzas para levantarme y seguir adelante.
¡¡Gracias, Dios mío!!
Quizás no me doy
cuenta; quizás lo hago de una manera que incluso me parece correcta y que debe
ser así, sin embargo me pregunto, Señor, ¿estoy verdaderamente huyendo de mis
propios pecados y no quiero reconocerlo para no cambiar? Haz, Señor, que mi
corazón reconozca sus pecados y, asistido en el Espíritu Santo, que vino a mí
en la hora de mi bautismo, dame la fortaleza de cambiar y convertirme cada día
un poco más según tu Palabra. Amén.
Recuerda que
cuando más confiados estás y satisfecho, el diablo, revestido de buena
apariencia, tratará de seducirte, engañarte y conseguir que muerdas la manzana
de la soberbia y el pecado. Sostente siempre vigilante, adherido a la acción
del Espíritu y fortalecido en la Gracia del Señor.
La tentación está
al acecho y nosotros debemos estar al quite, preparados para no dejarnos
sorprender ni seducir. Hoy nos lo recuerda el Papa Francisco en su
audiencia: «el libro del Génesis, a través del relato de los progenitores,
presenta la dinámica del mal y de la tentación». Tengamos siempre presente que
las virtudes recibidas son para utilizarlas en hacer el bien, vencer a los
vicios y al mal.
Realmente, siempre es
necesario hablar sobre la limosna, pues también nosotros necesitamos de mucha
misericordia para parte del señor que nos ha creado… (CJ – Cuadernos – 234 –
Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).
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