jueves, 7 de diciembre de 2023

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Es evidente que una cosa fortalece a la otra. Hablo de la oración y actos de piedad que refuerzan y fortalecen en consecuencia nuestras obras. Tan peligroso es dejar lo uno como evadirse de lo otro. El resultado irá cimentando nuestra fe sobre la Roca que es nuestro Señor Jesús.

Quiero, Señor, preparar mi corazón para que Tú nazcas en él cada día, lo ilumines y le des la fortaleza de latir al ritmo de tu Palabra y Misericordia para que yo pueda también amar y ser misericordioso como Tú. Gracias, Dios mío.

Corremos siempre el peligro de quedarnos en las palabras, los actos de piedad y cumplimientos y las buenas intenciones. Si nuestra vida queda vacía de las obras, nuestra fe no es tal fe. Será un fe descafeinada, acomodada y apoyada en arena movediza que se derrumbará a la menos sacudida que reciba. Así nuestro testimonio no cuaja ni llega al corazón del que está a nuestro lado. Nuestra fortaleza debe estar siempre apoyada en nuestra fe en el Señor. Él es nuestra esperanza, nuestro Camino, Verdad y Vida.

Posiblemente, sereno y tranquilo, en el transcurrir de la noche seas capaz de ver más claro. Te darás cuenta de que la riqueza es algo transitorio, que puede engañarte hoy, pero mañana volverás a estar igual.

Nuestra responsabilidad no desaparece. Hemos sido creados libres y, por tanto, responsables, pero, respecto al anuncio de la Buena Noticia, sabemos que nada depende de nosotros, aunque eso no nos excluye de esforzarnos y poner todo lo de nuestra parte, todo está en las manos del Espíritu Santo que nos asiste, nos ilumina, nos fortalece y es quien realiza la misión.

Nada depende de nosotros. Todo depende de Dios. Y todo se nos ha dado en la hora e instante de nuestro bautismo al recibir al Espíritu Santo. Es Él quien actúa en nosotros y solo está de nuestra parte, porque así lo ha querido nuestro Padre Dios al crearnos libre, el dejarle actuar libremente. Es decir, entregarle o darle permiso para que actúe en nosotros.

Jesús en el comienzo de su misión recibe al Espíritu Santo. Y nosotros, sus discípulos, hacemos lo mismo. Todo es Gracia del Espíritu y sin Él nada podemos.

¿Por qué hacéis alarde de vuestro mal gusto por medio de esas cosas’ Sin duda me contestareis que así conseguís más gloria y más lustre. Pero, ¿no acabáis de oírme que no está ahí la gloria del hombre sino, todo lo contrario, su deshonor y afrenta, su acusación y ridiculez?... El cuerpo del ricachón será entregado a la tierra, pero la vista de sus construcciones impide que la memoria de su avaricia quede enterrada con él. Todo el que pase, a contemplar la grandeza y lujo de su espléndida casa, no dejará de decirse a sí mismo o a su vecino: ¡con cuántas lágrimas se habrá edificado esta casa! ¡Cuántos huérfanos se habrán quedado desnudos! ¡Cuántas viudas habrán sufrido malos tratos y cuántos obreros habrán sido defraudados de su jornal! (CJ – Cuadernos - 234 - Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).

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