Es evidente que
una cosa fortalece a la otra. Hablo de la oración y actos de piedad que
refuerzan y fortalecen en consecuencia nuestras obras. Tan peligroso es dejar
lo uno como evadirse de lo otro. El resultado irá cimentando nuestra fe sobre
la Roca que es nuestro Señor Jesús.
Quiero, Señor,
preparar mi corazón para que Tú nazcas en él cada día, lo ilumines y le des la
fortaleza de latir al ritmo de tu Palabra y Misericordia para que yo pueda
también amar y ser misericordioso como Tú. Gracias, Dios mío.
Corremos siempre
el peligro de quedarnos en las palabras, los actos de piedad y cumplimientos y
las buenas intenciones. Si nuestra vida queda vacía de las obras, nuestra fe no
es tal fe. Será un fe descafeinada, acomodada y apoyada en arena movediza que se
derrumbará a la menos sacudida que reciba. Así nuestro testimonio no cuaja ni
llega al corazón del que está a nuestro lado. Nuestra fortaleza debe estar
siempre apoyada en nuestra fe en el Señor. Él es nuestra esperanza, nuestro
Camino, Verdad y Vida.
Posiblemente,
sereno y tranquilo, en el transcurrir de la noche seas capaz de ver más claro.
Te darás cuenta de que la riqueza es algo transitorio, que puede engañarte hoy,
pero mañana volverás a estar igual.
Nuestra
responsabilidad no desaparece. Hemos sido creados libres y, por tanto,
responsables, pero, respecto al anuncio de la Buena Noticia, sabemos que nada
depende de nosotros, aunque eso no nos excluye de esforzarnos y poner todo lo
de nuestra parte, todo está en las manos del Espíritu Santo que nos asiste, nos
ilumina, nos fortalece y es quien realiza la misión.
Nada depende de
nosotros. Todo depende de Dios. Y todo se nos ha dado en la hora e instante de
nuestro bautismo al recibir al Espíritu Santo. Es Él quien actúa en nosotros y
solo está de nuestra parte, porque así lo ha querido nuestro Padre Dios al
crearnos libre, el dejarle actuar libremente. Es decir, entregarle o darle
permiso para que actúe en nosotros.
Jesús en el
comienzo de su misión recibe al Espíritu Santo. Y nosotros, sus discípulos,
hacemos lo mismo. Todo es Gracia del Espíritu y sin Él nada podemos.
¿Por qué hacéis alarde de vuestro mal gusto por medio de esas cosas’ Sin duda me contestareis que así conseguís más gloria y más lustre. Pero, ¿no acabáis de oírme que no está ahí la gloria del hombre sino, todo lo contrario, su deshonor y afrenta, su acusación y ridiculez?... El cuerpo del ricachón será entregado a la tierra, pero la vista de sus construcciones impide que la memoria de su avaricia quede enterrada con él. Todo el que pase, a contemplar la grandeza y lujo de su espléndida casa, no dejará de decirse a sí mismo o a su vecino: ¡con cuántas lágrimas se habrá edificado esta casa! ¡Cuántos huérfanos se habrán quedado desnudos! ¡Cuántas viudas habrán sufrido malos tratos y cuántos obreros habrán sido defraudados de su jornal! (CJ – Cuadernos - 234 - Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.