Si tu forma de
vivir, tus palabras y tus obras no van en sintonía, sino que cada una toma un
camino diferente siguiendo sus intereses y sus propias satisfacciones y egoísmos,
tu testimonio de vida estará vacío, será incoherente y no llegará al corazón de
nadie.
Señor, la rutina
empieza a abatirme y tu presencia me pasa desapercibida en muchos momentos. Las
dudas, el cansancio y el peso de mis debilidades y pecados amenazan con
alejarme de Ti. Cuida, Señor, mi corazón para que no pierda la sensibilidad de
tu presencia y el agradecimiento de tu misericordia.
Es verdad que la
vida te ofrecerá dificultades, tropiezos y muchas ocasiones donde tus fuerzas
se verán debilitadas hasta sentirte frustrado. En muchas ocasiones no sabrás
responder ni por donde tomar y reiniciar el camino y hasta te sentirás
sometido, esclavizado y sin fuerzas para reaccionar. Experimentarás que has
caído y que no puedes levantarte. Recuerda que en el instante de tu bautismo
recibiste al Espíritu Santo, y Él no se ha ido, está ahí, a tu lado y
aguardando que le permitas ayudarte. Confía en Él y ábrete a su acción.
Quizás no hayamos comprendido bien el infinito Amor de
nuestro Padre Dios. Y esa sea la causa de nuestra pobre relación con Él. Quizás
una relación de cumplimiento, de temor, de desconfianza y de no entender que
Él, como Padre Bueno, solo busca nuestra felicidad y salvación eterna.
El bautismo es
nuestro verdadero nacimiento. Un nacimiento a la Vida de la Gracia, a la Vida
Eterna que, asistidos por el Espíritu Santo, nos brinda el Amor Misericordioso
de nuestro Padre Dios para ganar la dicha y bienaventuranza de gozar
eternamente de Él en el Cielo.
¡Miserable espectáculo!
Después de trabajar todo el invierno, después de consumirse al hielo y a las
tormentas y a las vigilias, tienen que retirarse con las manos vacías y encima
cargados de deudas. Y más que por esta hambre y este naufragio temen y tiemblan
los desgraciados por las torturas de los administradores, las comparecencias
ante los tribunales, las cuentas que se les piden, los suplicios a los que se
les conduce y las cargas inexorables que se les imponen.
¿Quién dirá los
negocios que con ellos se emprenden, los viles tráficos a los que se los
somete, llenando sus amos lagares y graneros a costa del trabajo y sudor de
aquellos infelices, mientras a ellos no se les consciente llevar a casa ni una
mínima parte? Todo el fruto tiene que ir a llenar esos toneles de iniquidad, y
solo unas monedas le tiran por ello al trabajador (CJ – Cuadernos – 234 – Ricos
y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).
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