viernes, 15 de diciembre de 2023

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Si tu forma de vivir, tus palabras y tus obras no van en sintonía, sino que cada una toma un camino diferente siguiendo sus intereses y sus propias satisfacciones y egoísmos, tu testimonio de vida estará vacío, será incoherente y no llegará al corazón de nadie.

Señor, la rutina empieza a abatirme y tu presencia me pasa desapercibida en muchos momentos. Las dudas, el cansancio y el peso de mis debilidades y pecados amenazan con alejarme de Ti. Cuida, Señor, mi corazón para que no pierda la sensibilidad de tu presencia y el agradecimiento de tu misericordia.

Es verdad que la vida te ofrecerá dificultades, tropiezos y muchas ocasiones donde tus fuerzas se verán debilitadas hasta sentirte frustrado. En muchas ocasiones no sabrás responder ni por donde tomar y reiniciar el camino y hasta te sentirás sometido, esclavizado y sin fuerzas para reaccionar. Experimentarás que has caído y que no puedes levantarte. Recuerda que en el instante de tu bautismo recibiste al Espíritu Santo, y Él no se ha ido, está ahí, a tu lado y aguardando que le permitas ayudarte. Confía en Él y ábrete a su acción.

Quizás no hayamos comprendido bien el infinito Amor de nuestro Padre Dios. Y esa sea la causa de nuestra pobre relación con Él. Quizás una relación de cumplimiento, de temor, de desconfianza y de no entender que Él, como Padre Bueno, solo busca nuestra felicidad y salvación eterna.

El bautismo es nuestro verdadero nacimiento. Un nacimiento a la Vida de la Gracia, a la Vida Eterna que, asistidos por el Espíritu Santo, nos brinda el Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios para ganar la dicha y bienaventuranza de gozar eternamente de Él en el Cielo.

¡Miserable espectáculo! Después de trabajar todo el invierno, después de consumirse al hielo y a las tormentas y a las vigilias, tienen que retirarse con las manos vacías y encima cargados de deudas. Y más que por esta hambre y este naufragio temen y tiemblan los desgraciados por las torturas de los administradores, las comparecencias ante los tribunales, las cuentas que se les piden, los suplicios a los que se les conduce y las cargas inexorables que se les imponen.

¿Quién dirá los negocios que con ellos se emprenden, los viles tráficos a los que se los somete, llenando sus amos lagares y graneros a costa del trabajo y sudor de aquellos infelices, mientras a ellos no se les consciente llevar a casa ni una mínima parte? Todo el fruto tiene que ir a llenar esos toneles de iniquidad, y solo unas monedas le tiran por ello al trabajador (CJ – Cuadernos – 234 – Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).

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