No es cuestión de
esperar. Ya hemos recibido el rescate de nuestra liberación. Ahora necesitamos
abrirnos, despertar y caminar hacia el encuentro con el Señor. El Espíritu
Santo camina con nosotros y nos asiste para el encuentro. Es cuestión de
ponernos en sus manos.
Aléjame, Señor,
del ansias de poder y riqueza. Desnúdame de toda soberbia y hazme experimentar
el despojo de toda vanidad para que solo me quedes Tú, mi Señor. Porque cuando
experimento la pobreza y nada tengo, mi corazón solo piensa en Ti.
Has recibido lo
que necesitas para ir al encuentro. Quizás no sepas cómo ni dónde, pero si
sabes obedecer y fiarte de aquel que bien te guía. O, quizás, tienes talentos
para guiar al que no sabe caminar hacia el encuentro. Todos nos necesitamos y
juntos tendremos que caminar hacia el encuentro con el Señor, que nos espera,
nos abre sus brazos y nos salva.
Y cuanto es el cielo mejor que la tierra, eso va de la
opulencia del uno a la riqueza del otro. A uno le acusa todo el mundo, el otro
tiene muchos que le aman.
Y es curioso: al rapaz y avariento no solo le aborrecen los que sufren su iniquidad, sino también los que no han recibido de él ningún daño, pero siente compasión por los que los han sufrido. En cambio, al misericordioso no solo le quieren los que el favorece, sino todos los demás (CJ – Cuadernos -234 – Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.