miércoles, 13 de diciembre de 2023

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Hay momentos que el mundo se nos viene abajo. Todo nos pesa y nos sentimos débiles e incapaces de seguir adelante con las cargas de cada día. Queremos desligarnos de todo y encerrarnos en nosotros mismos. Entonces, Señor, experimentamos que en Ti y aceptando tu yugo podemos encontrar sentido a todo el peso de nuestra propia carga.

Señor, tu amor me duele, me incomoda, me descubre, me hace ver lo mal que empleo mi vida, mis egoísmos, mi soberbia, mi avaricia, mis defectos, mis errores...etc. Y todo eso me duele y me hace sufrir pero, poco a poco experimento gozo, sentirme mejor y darme cuenta de que si me resisto a tu Amor y Misericordia mi vida se pierde.

Cuando levantamos nuestra mirada y experimentamos la presencia del Señor en nuestro camino, experimentamos fortaleza y deseos, aunque contra corriente, de seguir adelante. Ponemos todo nuestro cansancio y agotamiento en sus manos y encontramos sentido a nuestro camino, a pesar de la carga que nos somete y debilita. Con, por y en Él experimentamos fortaleza para seguir la ruta de nuestro propio calvario y llegar a la Cruz, para abrazados en Él expirar nuestra última hora en este mundo.

El camino de conversión cuesta sudor y sangre. Jesús lo recorrió primero con su vida, para darnos ejemplo y demostrarnos el verdadero compromiso de sus palabras. Seguirle significa eso, cargar con nuestra cruz y, confiando en Él seguir adelante.

Si se da, por ejemplo el caso de que el rico y el pobre sean ladrones y ambiciosos, el pobre tendrá alguna excusa (aunque ligera) en la necesidad de su pobreza: el rico no tendrá excusa alguna razonable ni justificada. O sea: cuando peor lo pasa el pobre en esta vida, lleva para la futura una capital de merecimientos, y el rico lo lleva de pecados (CJ – Cuadernos – 234 – Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).

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