Los pastores
fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María, José y al Niño acostado en
el pesebre. Al verlo contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Así
relata el Evangelio de Lucas 2, 16-21 lo sucedido en aquel momento. ¿Y
nosotros?
La familia es la
célula de los pueblos. Un pueblo es la suma de varias familias que viven
próximos y se sirven para beneficio de su propia convivencia. Es evidente que
la paz y la buena convivencia en verdad y justicia dependerá de la buena
intención de cada familia. Y como modelo y referencia tenemos a esa Sagrada
familia de Nazaret donde podemos mirarnos.
Pero, ¿y nosotros,
corremos hacia Belén a ver lo que nos anuncia la Palabra de Dios? ¿Abrimos
nuestros corazones, como los pastores, y acudimos a escuchar lo que nos dice la
Palabra de Dios y los Profetas sobre ese Niño que nació en Belén? ¿O
simplemente permanecemos pasivos, incrédulos y sin ningún interés en descubrir
ni experimentar ese encuentro con el Niño Dios?
Una sola cosa habéis de hacer: aborrecer la riqueza, aborrecer el dinero y amar más vuestra propia vida. Desprendeos de lo que tenéis; no digo de todo, pero si de lo superfluo (CJ - Cuadernos – 234 – Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).
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