¿Soy consciente de
que en la medida que me acerque más al Señor, escuche su Palabra y trate de ser
coherente en mi vida con ella estaré realmente en la actitud de seguir al
Señor? Si es así, pidámosle fortalece y que aumente nuestra fe para permanecer
en Él.
Sé, Señor, al
menos quiero reconocerlo, mi condición de pecador, de imperfecto, de débil y
frágil, pero también de arrogante en muchos momentos y soberbio. Te pido
humildad para saberme pobre, pequeño y necesitado de Ti y para administrar en
bien de los demás todo lo que tengo y he recibido de Ti.
No se trata de
simplemente seguirle y cumplir con lo establecido, se trata de seguirle y hacer
su Voluntad como hizo Samuel. Se trata de vivir en su Palabra tratando de
llevarla a los actos diarios de mi vida de cada día. Se trata de que sea Cristo
quien realmente viva en mí y yo en Él. Se trata de reconocernos débiles,
frágiles y pecadores y necesitados de la Gracia del Espíritu Santo – recibido
en nuestro bautismo – para, fortalecidos en Él, vivir según la Voluntad del
Señor.
Supongamos que no
hubiera castigo ni nos esperara el Reino de los cielos; por eso mismo,
deberíamos respetar a nuestra propia raza y género, y conmovernos ante el que
padece como nosotros. Y lo cierto es que criamos perros y muchos hasta asnos
salvajes y osos y otras fieras diversas. En cambio, al hombre lo dejamos que se
muera de hambre. Nos merece más estima el animal extraño que el de nuestra
misma especie. Tenemos en menos lo propio, que lo que no es ni nos toca en
nada.
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