No podemos
permanecer en las tradiciones o costumbres por tradiciones o costumbres que
sean. El camino debe estar abierto siempre a la novedad del amor y misericordia
que nos anuncia Jesús, nuestro Señor. Y debemos estar siempre prestos a limpiar
o renovar nuestros paños u odres, abiertos al Espíritu Santo, pues lo nuevo
rompe lo viejo.
Señor, gracias por
la fe, porque es ella la que da verdadero sentido a mi vida, la fortalece y la
anima a seguir avanzando en actitud de ser cada día un poco mejor, más
misericordioso y abierto a tu Misericordia; más servicial y a servirte en los
pobres y, sobre todo, con los más necesitados.
Quizás sin darnos
cuenta seguimos pertrechados y agarrados a lo antiguo, a lo mamado en nuestra
infancia, a lo tradicional, a la costumbre. Sin descartar todo lo bueno que
tenga todo eso debemos siempre estar abiertos a la acción que el Espíritu Santo
nos sugiere e impulsa. Nuestro camino es un camino de perfección y ello
significa que hay que ir avanzando, clarificando y dejando lo viejo para
abrirnos a lo nuevo, a la novedad del Evangelio que nos trae cada día.
PRIORIDAD
PASTORAL DEL ESPÍRITU
(de ahí la importancia de nuestro bautismo).
Este silencio pastoral mesiánico y eclesial frente a la preeminencia del Espíritu se fundamenta en la teología del Espíritu. Lo vemos a lo largo de la historia de la salvación. Junto al Dios creador del cielo y la tierra (Gn 1, 1) está el Espíritu dando vida en medio del caos primigenio (Gn 1, 2); el Espíritu prepara la venida de Jesús al Pueblo de Dios: suscita jueces y profetas, llama a Juan Bautista para preparar los caminos del Señor; el Espíritu acontece en la encarnación de Jesús, cubriendo con su sombra el seño de María (Lc 1, 35); el Espíritu unge a Jesús en su bautismo, mientras una voz del cielo lo proclama Hijo del Padre; (Víctor Codina).
Y ese mismo Espíritu es el que tú y yo hemos recibido en el instante de nuestro bautismo.
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