¿No piensas que a
ti también el Señor te está invitando a seguirle? Si te ha creado es para que
seas feliz eternamente. Eres su criatura y te ha hecho hijo, por los méritos de
su Hijo, enviándotelo para que dando su Vida por ti, tú recuperases la dignidad
de hijo también. ¿Vas a perder esa gran oportunidad de vida gozosa y eterna?
Cada día es una
nueva oportunidad para cargar con mi cruz, la que a mí me toca, Señor, y
abierto a tu Gracia y a la acción de tu Espíritu, sostenerme y avanzar hacia mi
propio calvario derramando en el camino tu Palabra y el testimonios de mis
humildes y pequeñas obras de amor y misericordia. Amén.
Andamos muy ciegos
por este mundo. Y lo peor es que creemos ver claramente y muy bien. Sin
embargo, a pesar de que la vida nos vaya muy bien no somos capaces de pensar
que nos llegará la muerte un día. Nos resignamos a vivir lo mejor que podamos y
esperar la muerte con la idea de no sufrir. Muchos incluso afirman que para
evitar el sufrimiento desean la muerte. Diríamos en otras palabras, la
eutanasia. Y así la han aprobado.
¡Necio!, ¿no estás
llamados a ser feliz eternamente en la Gloria de Dios Padre? ¿Acaso no te lo ha
anunciado Jesús, el Hijo de Dios? ¿Te has enterado bien de su Vida y Obras y,
sobre todo, de su Resurrección? Simplemente no puedo decirte otra cosa sino que
espabiles.
¿Cuántos ricos había en
tiempos de Herodes y cuánto poderosos? Pero ¿quién salió en público a increpar
al tirano? ¿Quién vengó las leyes de Dios conculcadas? Por cierto: nadie de los
opulentos. Un pobres y miserable: uno que no tenía techo ni mesa ni cobijo:
Juan el morador del desierto fue el primero y el único que reprendió con
libertad al tirano…
Y, antes de Juan, lo
mismo pasó con el gran Elías, que no poseía más que una piel de oveja: él solo
también reprendió al impío Acab, transgresor de toda ley (CJ – Cuadernos – 234
– Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).
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