martes, 16 de enero de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Nunca puedes legislar una ley que vaya en contra del bien y la verdad. La verdad te hace libre y busca el bien del hombre. Por tanto, toda ley está supeditada y sometida al bien del hombre, y será un delito legislar un ley que atente al bien y a la verdad y, en consecuencia, vaya contra el bien del hombre.

Señor, cada día es un paso más hacia Ti. Así los quiero yo vivir, a pesar de mis caídas, de mis vicios, de mis debilidades, de mis fallos y fracasos, de mis desánimos y de todo aquello que experimento y tiende a alejarme de Ti. Dame, Señor, la fe, la fortaleza y la perseverancia para sostenerme en tu Palabra y tu Misericordia. Amén.

Quienes hacen leyes pensando en su provecho y bienestar están delinquiendo contra la verdad y el bien. Esas leyes nacidas desde esas actitudes son leyes injustas y someten la dignidad y libertad del hombre. Así era aquella ley del sábado que los fariseos dictaban y hacían cumplir bajo amenaza de castigo. La ley tiene siempre que ser liberadora y buscar el bien de las personas. Por el contrario, las que atentan contra el bien, la libertad y la verdad deben ser prohibidas.

El Espíritu acompaña toda la vida de Jesús (tentaciones, predicación, milagros, elección de los discípulos, oración) hasta su pasión y muerte. Es también, el Espíritu quien le resucita de entre los muertos (Rm 8, 11) y es Él quien constituye el gran don pascual del Resucitado (Jn 20,22); finalmente, en Pentecostés el Espíritu desciende sobre la primera comunidad eclesial (Hch 2, 1-47) y se abre al mundo.

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