Tu corazón también
ha sido sembrado. Es posible que esa semilla de la Palabra de Dios esté
escondida, quizás en el camino, en tierra poco profunda, entre zarza o pedregal.
Pero, te corresponde a ti, con la Gracia del Espíritu Santo, dejar que enraíce
en tu corazón y dé frutos.
Señor, te pido que
sea capaz, cada día, de verme, de aprender de Ti y de todo aquel que sus actos
te reflejen. Te pido, Dios mío, que sea sencillo y humilde y capaz de amar como
Tú me amas. Amén.
Es posible que
unos lo tengan aparentemente más fácil que otros; es posible que tú creas que
tu Padre Dios te lo ha puesto más difícil que a otros. Solo Dios sabe lo que tú
puedes y debes hacer. Él te ha creado, te quiere con locura y con un Amor
Misericordioso Infinito y busca tu salvación. Y, por supuesto, te ha dado lo
necesario para que tú, unido al Espíritu Santo, que viene a ti en el instante
de tu bautismo, puedas encontrarle, adorarle y cumplir su Voluntad. Ya seas
orilla del camino, tierra poco profunda, zarza o pedregal, por y con la Gracia
de Dios puedes alcanzar su Infinita Misericordia.
Jesús resucitado sopla sobre los apóstoles para comunicarles su Espíritu (Jn 20) y, en Pentecostés, el Espíritu desciende sobre el pequeño grupo apostólico en forma de viento impetuoso y lenguas de fuego (Hch, 2), y los transforma en evangelizadores y mártires. El Espíritu no tiene mensaje propio, no es palabra externa; es silencio y actúa desde dentro y desde abajo a través de personas y comunidades. Su misión, en definitiva, es conducirnos a Jesús (1Cor 12,3) (CJ – Cuadernos 235 – El Espíritu sopla desde abajo – Víctor Codina).
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